miércoles, 9 de septiembre de 2015

Las novelas del verano



“A mitad del camino de la verdadera vida,
 nos rodeaba una adusta melancolía,
 que expresaron tantas palabras burlonas y tristes,
 en el café de la juventud perdida.”
Guy Debord

      Ahora mismo y con cierta melancolía cierro la hoja de la última novela del verano. Con él doy por terminado el estío y parece como si el peso de una, a veces deseable, rutina volviera sobre mi espalda, enfocándome de vuelta hacia el camino que supone ser mi destino.
     Cierro estos meses con lo que creo que es un libro golosina, pequeño y cómodo, y aunque dulce por momentos destila un trasfondo de trágica amargura que me parece me acompañará durante unos días. “En el café de la juventud perdida” de Patrick Modiano, un libro esencial y que guardaré entre los tantos candidatos a ser releído en un futuro que espero algún día llegue.
   

  Mis otras lecturas comenzaron con “Caballo de Troya” de J.J. Benítez, cuántas ganas tenía y qué alta expectativa. Además siendo una novela tantas veces mencionada por el ya casi mi amigo (por las horas que he pasado escuchándole) Iker Jiménez y con la pena de que su Milenio 3 haya tocado a su fin. Sinceramente, qué decepción. Un relato que bien podría ser una buena alternativa a la Pasión del Nuevo Testamento y que concluye con tantos escabrosos destalles, cuánta ansia por detallar cada macabra tortura. Sangriento y descarnado. Me quedaré con lo bueno, la buena idea, la carga de ciencia ficción y la emoción por descubrir los ficticios detalles no expuestos por los evangelistas; también me auto-prohibiré el caer en la tentación de seguir con el resto de la saga.
     “Carthage” de Joyce Carol Oates, eterna candidata al Nobel, eterna podrá seguir siendo. Es entretenido, intenso y poco previsible pero tan cargado de análisis psicológicos de unos y otros personajes, tan cuajado de emociones y sensaciones que mi nivel de sensibilidad de llega a saturar y puede que no le haya sacado tanto provecho como otra persona pudiera. De todas maneras sí lo recomiendo.

     “El hombre era alto y tan flaco que parecía siempre de perfil. Su piel era oscura, sus huesos prominentes y sus ojos ardían con fuego perpetuo. ” Así empieza “La guerra del fin del mundo” de Vargas Llosa. Por casualidad me decidí por este libro que tantas veces había sopesado y tantas veces había devuelto a la estantería pensando que habría otro momento mejor; no había momento mejor que ese, sin lectura prevista, ocioso en la playa y dispuesto a dejarme sorprender. Lo disfruté muchísimo, me transportó a ese mundo de desgracia, de hambre, de penurias; sentí verdadera afinidad por unos revolucionarios que luchaban, sin saberlo, por un mundo lo suficientemente idílico que bien  desearíamos muchos. Cuánto de actualidad tiene toda lucha social y por desgracia cuánto se parecen todos los finales, qué alto es el precio de perseguir ideales.

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