“A mitad del camino de la verdadera vida,
nos rodeaba
una adusta melancolía,
que
expresaron tantas palabras burlonas y tristes,
en el café de
la juventud perdida.”
Guy Debord
Ahora mismo y con cierta melancolía cierro la hoja
de la última novela del verano. Con él doy por terminado el estío y parece como
si el peso de una, a veces deseable, rutina volviera sobre mi espalda,
enfocándome de vuelta hacia el camino que supone ser mi destino.
Cierro estos meses con lo que creo que es un libro
golosina, pequeño y cómodo, y aunque dulce por momentos destila un trasfondo de
trágica amargura que me parece me acompañará durante unos días. “En el café de
la juventud perdida” de Patrick Modiano, un libro esencial y que guardaré entre
los tantos candidatos a ser releído en un futuro que espero algún día llegue.
Mis otras lecturas comenzaron con “Caballo de Troya” de J.J. Benítez, cuántas ganas tenía y qué alta expectativa. Además siendo una novela tantas veces mencionada por el ya casi mi amigo (por las horas que he pasado escuchándole) Iker Jiménez y con la pena de que su Milenio 3 haya tocado a su fin. Sinceramente, qué decepción. Un relato que bien podría ser una buena alternativa a la Pasión del Nuevo Testamento y que concluye con tantos escabrosos destalles, cuánta ansia por detallar cada macabra tortura. Sangriento y descarnado. Me quedaré con lo bueno, la buena idea, la carga de ciencia ficción y la emoción por descubrir los ficticios detalles no expuestos por los evangelistas; también me auto-prohibiré el caer en la tentación de seguir con el resto de la saga.
“Carthage” de Joyce Carol Oates, eterna candidata al
Nobel, eterna podrá seguir siendo. Es entretenido, intenso y poco previsible
pero tan cargado de análisis psicológicos de unos y otros personajes, tan cuajado
de emociones y sensaciones que mi nivel de sensibilidad de llega a saturar y
puede que no le haya sacado tanto provecho como otra persona pudiera. De todas
maneras sí lo recomiendo.
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