"El lenguaje de las cosas" es una lectura más que recomendada para cualquiera, diseñadores, arquitectos, ingenieros y curiosos varios. Un repaso fugaz por los hitos históricos en los que el diseño y su lenguaje se han ido adaptando a los cambios, llegando a lo que hoy podemos encontrar en todos y cada uno de los productos de consumo.
Durante su lectura es fácil entrever la opinión del autor y su manera de pensar en relación a la cultura de consumo en la que estamos inmersos, lo cual le hace un personaje aún más interesante. Aquí una entrevista en El País para conocerle un poco mejor en lo personal: "todavía estoy haciendo las paces con mi pasado" .
Además de todos los personajes del mundo y la historia del diseño a los que hace referencia:
WilliamMorris, Dieter Rams, Philippe Starck,
Jonathan Ive, Raimond Loewy, Thomas Chippendale... y más, hay dos proyectos de diseño en los que hace especial incapié, tanto por su importancia en la historia del diseño como cuánto gira alrededor de estos "objetos" el discurso de gran parte del libro. Son la lámpara flexo Anglepoise (diseñador George Carwardine 1932) y el proyecto de mobiliario para la casa-mansión Dumfries de Thomas Chippendale (y todo lo que supuso la subasta tanto de muebles y mansión).
Aquí y ahora unas pocas pildoritas del libro:
“No es casualidad que el negro sea el color de las armas, la
encarnación del diseño despojado del factor comercial. El negro es un no color
que se emplea en instrumentos científicos que dependen de su precisión, y no de
las modas, para atraer a los consumidores. La ausencia de color implica que
estás considerando a tus posibles clientes personas con criterio, a los que no
se puede engatusar con fruslerías. Por supuesto que se trata, precisamente, del
estilo de seducción más eficaz (por lo sutil). Pero, precisamente por eso, el
negro acaba convirtiéndose también en una señal vacía, un símbolo adulterado,
desprovisto de su referente natural.”
“La clave para la creación de un arquetipo no reside sólo en
el aspecto del objeto en cuestión. Un arquetipo con entidad requiere una forma
que comunique, a la vez, su función y aquello que el usuario necesita saber
para hacerlo funcionar. Podemos estar seguros de que un objeto nunca se
convertirá en arquetipo si viene acompañado de un extenso manual de
instrucciones”.
“Basta comprobar la reacción de nuestras papilas gustativas
cuando bebemos vino de una botella de Coca-Cola o whisky en una botella de
cerveza, para saber hasta qué punto nuestra percepción está condicionada por el
impacto del diseño”.
“La utilidad de los artículos valorados por su belleza
depende de manera directa de lo caros que resulte.(...). La gratificación elevada que producen el uso y la contemplación de
caros y supuestamente hermosos productos suele ser, en gran medida, la gratificación
de nuestro sentido del precio elevado, enmascarado bajo el nombre de belleza.
El requisito del gasto obsceno no está, por lo común, presente de forma
consciente en nuestros cánones del gusto, pero sí lo está como norma
constrictiva, modelando y alimentando de manera selectiva nuestra percepción de
lo que es bello y guiando nuestro criterio con respecto a lo que se puede o no
poder ser legítimamente aceptado como bello”.
“The theory of the Leisure Class” Thorsten
Veblen. 1988
“Robert y John Adam construyeron la Dumfries House y
encargaron a Chippendale el diseño de los muebles. La librería de frontón
quebrado y el resto del mobiliario estuvieron a punto de ser subastados con un
precio de salida sustancialmente más alto que el de la casa y su terreno, lo
cual indica cuánto ha decaído la arquitectura en el orden jerárquico de la
cultura actual.”
“La moda, para los puristas, es lo que solía llamarse un
arte menor. Sin embargo, para bien o para mal, este fenómeno (que gira
alrededor del sexo, el estatus social y la fama) no tiene nada de menor. Y es
esta combinación la que les confiere una gran influencia, tanto cultural como
económica, a quienes la controlan. Si unimos todo esto, no es extraño que la
moda se haya vuelto demasiado grande y poderosa para acabar en una posición
marginal. La moda posee la habilidad de pulsar todos los resortes de la vida
contemporánea. Representa una convergencia entre la alta cultura y el arte
popular que le proporciona auténtico poder. Puede abordar cuestiones serias,
pero también llega a la imaginación popular de una forma que el diseño,
definido dentro de unos límites más estrechos, tiene motivos para envidiar.”
“El arte crea un lenguaje al que el diseño responde. El
diseño también desempeña su papel en la creación de un vocabulario visual que
da forma a lo que hacen los artistas. Pero, en último extremo, es la habilidad
del artista para cuestionar las cosas y ser crítico lo que justifica su obra.
Sin embargo, para un diseñador, crear un objeto crítico significa morder la
mano que le da de comer. El diseño industrial no puede existir sin el comercio.
Y, aún así, hoy tenemos una generación que no solo produce diseños que aspiran
a ser arte, sino incluso objetos industriales que sugieren también una cierta
indiferencia hacia las consideraciones materialistas.”
En relación al último capítulo del libro en el que habla de arte y lo enfrenta al diseño (sin mojarse el autor en definir diseño como arte), sí nos deja una idea clara de que todo aquello que no es útil estará valorado muy por encima que aquel elemento (artístico o de diseño) que tenga utilidad. Uno de los varios ejemplos que pone son los precios en subasta de la silla Roja y Azul de Rietveld enfrentado a un cuado de Mondrian (autores que aún compartiendo ideario artístico y siendo coetáneos no se conocían o compartían referencias mútuas).
Composición-C. Mondrian. 1921.
Silla Rojo y Azul. Rietveld. 1917.
Y aprovechando que nos ponemos un poquito con el rollito De Stijl, qué menos que mencionar a Theo van Doesburg, del cual aprendí mucho en mi primer año de carrera y creo que me llevaré a la tumba el "Ritmo de una danza rusa" grabado en mi cabeza.
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