jueves, 24 de marzo de 2016

lecturillas

Dos libros prácticamente distintos en todo pero que son dos pequeñas joyitas cada uno es un campo, por eso mismo están premiados, uno con un Planeta (1991) y otro con un Premio Minotauro (2015).


Uno sería  "Los que sueñan" de Elio Quiroga, auténtica ciencia ficción, dulce distopía indeseable aunque perfectamente creíble y viable. Llegué a él a través de mi programa favorito de radio (A vivir que son dos días, guiado por Javier del Pino, que por muchos años dure),  y ha sido un autoregalo navideño que me ha sabido a gloria. A medio camino entre apocalipsis tecno-punk, novela de un poco de  terror, planteamiento anti religioso y denso ensayo científico, desarrolla una historia magnética y desoladora que sin salirse de muchos estándares de la Ciencia Ficción plantea cosas que para mí era novedosas dentro de este género.

El otro es un absoluto imprescindible, "El jinete polaco" (1991) de Antonio Muñoz Molina. Podríamos decir que es muchas cosas, duele y enamora, es de amor, de historia, de desarraigo, es densísimo y detallista al extremo, difícil y delicioso a la vez. Confieso que tarde mucho tiempo en leerlo, entre otras cosas porque el trabajo me impedía dedicarle más ratos de los deseados pero también comento que merece la pena poquito y con calma para poder disfrutarlo y poder entrar en la historia, cosa que no resulta nada fácil.
Cuando un libro hace que se te humedezcan los ojos a la vez que sonríes, que envidies lo que sus personajes sienten porque tú lo has sentido y te ayuda a recordarlo, es que es un libro mágico. Cuando es capaz de llevarte a ese punto cada vez que se retoma la historia principal, es que es un libro inolvidable.
Podría hacer un resume fácil diciendo que es la versión más o menos desarrollada de lo que "El viento de la luna" (libro posterior y mucho más sencillo) viene a ser su resumen.

Aquí tres fragmentos que en su momento subrayé (sí, yo soy de los que subrayan libros, me queda el siguiente paso que es anotar cosas en los márgenes), tanto por ser descripciones más que acertadas, realidades absolutas o divertidas formas de contar algo.

"Creía con inquebrantable candidez en esas cosas: que el saber no ocupaba lugar, que el mundo era un pañuelo, que preguntando se llegaba a Roma, que la mejor lotería era el trabajo y la economía. Yo trabajaba junto a ellos, desde el amanecer los domingos y en los días de vacaciones, con una mezcla de involuntaria ternura y enconado desdén los veía rodos, monótonos, ignorantes, pero también leales y dignos envirtud de un instinto que sólo ellos poseían y les era tan propio como e color cobrizo de la piel o la aspereza y el vigor de las manos."

"Todo era inverosímil: las familias en cuyos cortijos trabajaba mi abuelo en su juventud ahora estaban en la ruina, y sus palacios eran derribados para construir bloques de pisos".

"Sueño intranquilo y tardío, ausencia absoluta de expansiones carnales, a no ser algún esporádico recurso a las artes de Onán, no tan perniciosas como asegura la moral eclesiástica, pero sí insuficiente para el equilibrio de un organismo adulto. Semen venenum est, amigo mío".

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