sábado, 4 de octubre de 2014

Ronchamp

    Después de la exposición de LeCorbusier, y con el antojo por haber visto algo más de Ronchamp, acabé en un buen post de MiMolesquineArquitectónico, y me acordé de un texto de hace tiempo, así que aquí lo transcribo para no perderlo:

    El entorno de Ronchamp se pondría asimilar a la figura de la espiral. Paraje verde, ondulante, en el que todos los elementos geográficos que conforman el paisaje (colinas, ríos, árboles...) giran, rodean y envuelven una loma que destaca levemente por sobre las demás, señalando un centro del territorio, un omphalos que nombra un santuario, núcleo que es origen de la espiral que enlaza los horizontes y marca las pausas que introducen el ritmo acelerado en el itinerario de la cima. Supera el ascenso, la Capilla se descubre de repente, muro, cubierta y torre. Muro masivo, cóncavo, horadado de múltiples huecos sobre el que se apoya la imponente cubierta hasta rematar en una suerte de quilla que induce al viajero a volverse para mirar aquello que ha dejado atrás, y torre que invita a rodear el edificio en una espiral equivalente a aquella que dibuja el paisaje, pues en Ronchamp todo invita a rodear la capilla, a descubrir qué es aquello que ve desde sus caras.



    El recorrido en espiral comienza en la torre, continúa en la cisterna donde desagua la gárgola, sigue rodeando el muro norte y finaliza en la cima de la pirámide de la Paz, punto de encuentro con la fachada este de la capilla y límite físico de la explanada de los peregrinos, espacio de respeto que señala cuál es el centro de este santuario, el lugar del ritual.

    El reencuentro con la cubierta y su imponente presencia indica el paso del movimiento a la inmovilidad, de la procesión al rito que se celebrará en el altar exterior de la capilla. Altar que con su disposición especular hablará de los dos usos de este lugar sagrado: fuera la multitud, dentro del encuentro con las ideas primordiales de la existencia.


    La planta de la capilla no es longitudinal, tampoco es central, en el interior todo está quieto y todo se mueve, la luz penetra en haces de distinto tamaños y colores por el muro sur, resbala por las paredes y escapa por los muros, invitando a salir, a encontrar otra vez el paisaje exterior, las montañas, lo árboles y el río, pues la capilla no será tal sin los cuatro horizontes que la rodean, sin los castaños que la envuelven y sin la colina sobre la que se apoya o de la que emerge... En Ronchamp arquitectura y lugar son complementarios.




   

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