Leyendo sobre los Superlugares, además de las teorías de Marc Augé sobre la "Supermodernidad" y los "no-lugares" (tema al que entraré más adelante), recordé un trabajo sobre mi ciudad, casi un recuerdo de lo que era el Mercado Grande (Plaza de Santa Teresa) y hace 10 años, bajo el mismo nombre pasó a ser el proyecto de Rafael Moneo, que incluía la remodelación de la misma, la construcción de un frente de edificación y un parking "público" (razón por la cual la materialidad de la plaza pasó a ser dura, pétrea, inhóspita a los sentidos).
Por supuesto, la vida urbana no ha cesado, es el centro tanto histórico como comercial de la ciudad. El paso de los 10 años desde su construcción ha hecho que poco a poco nos acostumbremos a su violento aspecto, especialmente el edificio que tantas críticas ha levantado.
Compositivamente a mi parecer es correcta la actuación, el problema llega cuando el lenguaje, la materialidad (especialmente del edificio) no acaba de ser comprensible tanto para la visita turística como el que día a día lo contepla.
Llamarlo no-lugar es excesivo, no coincide con muchas de las cualidades, y en relación al superlugar bien podría entenderse por la difícil apropiación de este entorno, por lo alejado que está a considerarlo parte de la memoria.
Es singular el poder pasear por allí en invierno, de noche, con frío... un verdadero lugar abandonado.
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