viernes, 3 de septiembre de 2010

Vitruvio

Pensad cuántos estudiantes, cuántos jóvenes arquitectos no hemos leído "Los diez libros de Arquitectura", y que después de tantos años sólo relacionamos con aquello de "Fírmitas", "Utílitas" y "Venustas". No pasa nada, para eso están las lecturas alternativas, para eso están esos sabios contemporáneos que nos ofrecen sus opiniones de la actualidad con acertadas citas.
Hablo de Moneo, y del libro ese que ya comenté que me compré este verano, y es Moneo debatiendo consigo mismo sobre la evolución del problema-concepto de la arbitrariedad en la arquitectura. Así es como empieza, citando la manera "arbitraria" en la que Vitruvio explica cómo nació el orden corintio. La verdad que es una historia deliciosa.

"Una muchacha corintia, de buena familia, dispuesta ya para sus esponsales, enfermó y murió. Tras el funeral, su sierva recogió en un cestillo las vasijas y las copas que la muchacha amó en vida y las llevó al monumento, dejándolas en lo más alto del mismo. Cubrió el cestillo con un ladrillo garantizando así el que sus pertenencias la sobrevivieran tanto más que si el cestillo hubiera quedado abierto. Por caso, colocó el cestillo sobre una raíz de acanto que, a pesar de estar sometida al peso del cestillo, floreció en primavera con profusión de tallos y hojas. Los tallos al crecer, forzados por la presencia del ladrillo sobre el cestillo, ser rizaron formando volutas en los ángulos. Calímaco, a quien por la elegancia y el refinamiento de sus labras los atenienses llamaban Catatechnos, pasó frente al monumento y reparó en el cestillo y en las tiernas hojas. Atraído por el conjunto y la novedad de aquella forma, labró para los corintios columnas inspiradas en aquel modelo, fijando así las normas de sus proporciones."

Invención del orden corintio
grabado de Fréart de Chambray, 1650

El artículo (más que recomendable) continúa haciendo una reflexión acerca de cómo, un orden que nació arbitrario se estandariza, se incorpora totalmente a una sociedad y no se llega nunca a plantear la verdadera razón de su ser hasta el Siglo XVII con una revisión del Vitruvio hecha por Claude Perrault.

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