domingo, 16 de noviembre de 2014

gastronomía-arte?

Creo que estamos inflando una nueva burbuja, la de la gastronomía, ese nuevo "arte" aunque mejor podríamos decir ese maravilloso negocio y que es altamente efectista porque todos tenemos los instrumentos básicos en casa para convertirnos en pequeños chefs y creernos artistas de esta nueva revolución. Bien es verdad que comida es cultura y cualquier viaje que no implique comer bien pues acaba desluciendo un poco. El salto de acontecimiento social y cultural a la categoría de arte es demasiado grande.
Cuántos programas de televisión con grandes cocineros, reposteros, cuántos términos adoptados para hacer algo más abstracto, escuchamos hablar de concepto, de estructura, cromatismos, técnica, trampantojos, simulaciones, y un largo etcétera. Estamos cerca de vivir cómo nos presentan un plato vacío dentro de un carísimo menú de degustación, intentar convencernos de que es una metáfora de la injusticia humana, creer que es novedoso y olvidar que John Cage ya lo hizo con una profundidad mucho mayor en 4´33´´

 
 Hace algunas semanas se preguntaron en Babelia (ElPais) esto mismo y de las dos respuestas publicadas hay una que me parece que define mucho mejor que lo podría hacer yo la manera en que lo entiendo:

Circo y pan.
"Si la cocina es un lenguaje que busca provocar un efecto emocional en el receptor, podríamos catalogarla como arte. El paladar se educa como se educa el oído, los creadores cohabitan con sus intérpretes, las técnicas transforman las materias primas. Los proyectos culinarios exhiben a menudo una cosmovisión elitista y plegada al discurso dominante: tergiversando a sir John Glubb, la caída de los imperios coincide con el culto a sus cocineros y hoy en la televisión se explotan las facetas espectaculares de la esferificación y el empanado. En esa perfecta simbiosis de circo y pan, lo figurativo sería un cochinillo encajadito en la bandeja de hornear y la abstracción, el posestructuralismo aplicado a la patata.
Sin embargo, recordemos: “Esto no es una pipa”. Lo vivo y lo pintado. La cuarta pared. La cocina se hace arte cuando Vázquez Montalbán la transforma en texto, Sánchez Cotán en bodegón, o Greenaway en película: hedonismo, muerte, exceso. El Roto, en una imagen de Oh, la l’art, subraya esta tesis dándole la vuelta: un ama de casa sirve para comer el lienzo de un pollo humeante. No solo de pan vive el hombre, aunque tampoco conviene exagerar… La cocina se hace arte cuando se trasciende a sí misma, se representa, es tema o metáfora. A partir de ahí llegan las preguntas: ¿apela la cocina a la inteligencia?, ¿existe una cocina que no sea complaciente, acariciadora para el paladar?, ¿una cocina que busque ser cruel con el cliente, removerle las bilis?, ¿una que no se dirija al comensal como consumidor —de lujo—?, ¿construye la cocina la conciencia crítica? (sic), ¿se metaboliza el chucrut igual que La montaña mágica? Tal vez el problema no consista en creer que la cocina es un arte, sino en que todo el arte se ha hecho cocina."
 Marta Sanz

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