Si hay una cosa que me encanta y que hago casi de manera ritualística es en el tren de vuelta de Ávila, los fines de semana en los que me puedo permitir escaparme a disfrutar de amigos, familia y mi tierra a la que me siento tan arraigado, es leerme el suplemento de Babelia de El Pais, o leerme varios que en mi casa recopilan para que los recoja en cada viaje.
De todos los artículos y recomendaciones, es el de Antonio Muñoz Molina el que más me gusta y más interesante me resulta, escrito desde su envidiable vida americana, delicioso cuando se refiere a las exposiciones que él va viendo y desgarrador cuando rememora vivencias o se refiere a tantos personajes despreciables de los que la humanidad está repleta.
Leía el artículo "los desalmados", colocándonos en 1980, en un País Vasco atemorizado por el momento de mayor fuerza del delirio atroz del terrorismo. Lo narraba en primera persona, como una vivencia personal, y la casualidad quería que yo hubiera comprado en una librería de viejo dos libros suyos: Plenilunio y Ardor Guerrero. Siendo éste último el que leía entonces y no es más que sus historias de la mili, allí mismo y en esa misma fecha. Todo coincidió para comprender con mayor dramatismo tanto el artículo como el libro, más aún, cómo en Plenilunio, el protagonista vivía marcado igualmente por ese terrorismo cobarde, el miedo inexorable y el vivir en continua alerta.
Los dos libros son geniales, "Ardor Guerrero" es un relato de descubrimientos de la propia España y de la gente de esa misma España, y me recordaba al maremagnum que yo mismo viví en el Colegio Mayor, las diferencias entre unos y otros, las singularidades que cada uno traía de su tierra y lo que me hizo reir fue cómo describe la manera de los canarios de rendir culto al gofio muy parecida a como yo los descubrí disfrutando de esas cenizas tan apreciadas por ellos y que les devuelven a sus islas.
Por el contrario, Plenilunio es una lectura mucho más amarga, dura, íntima, me resultó mucho más densa pero muchísimo más profunda. Es un libro de las sensaciones, de unas descripciones tan poco físicas, sino tan psicológicas, y capaces de pregnar muy dentro del lector. Sin lugar a dudas es una recomendación para cualquiera, eso sí, una lectura para momentos no tormentosos o difíciles para la vida de uno mismo, porque te marca y te acompaña. Es de esos libros que paladeas durante semanas después de haberlo terminado, especialmente el cierto amargor que genera, una angustia pesada. Aunque una absoluta maravilla de literatura.
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