Es sin lugar a dudas una de las mejores exposiciones del año y que en parte nos acerca a la figura del "personaje" Joaquín Sorolla y Bastida como un trabajador incansable, pintor en todos los momentos de su vida, afortunado al haber sido encontrado por mecenas y benefactores como Archer Milton Huntinton o Thomas Fortune Ryan, humilde en su éxito, explorador incansable buscando vías de documentación y retratando en su camino estampas de tantas Españas, de paisajes gentes y luces diferentes. Lo que actualmente podríamos etiquetarlo como un valor "marca España", lástima que la cultura no interese políticamente como herramienta de representación.
otra Margarita (1892) y Triste Herencia (1899)
Una emoción íntima y sincera después de regalarme unos minutos, especialmente frente a "Triste Herencia" y "Corriendo por la playa", una descarnada realidad en todas las obras, ya fueran retratos, paisajes o imágenes fugaces y familiares en cualquier playa. El resumen es una exposición emocional y emotiva guiada por el desbordante trabajo de un autor totalmente implicado con lo que ve y representa.
corriendo por la playa - tres hermanas en la playa
Muchos retratos, unos más rancios que otros, me despertaban más atracción aquellos que eran más naturales, menos victorianos, de amigos analizados más allá de su simple imagen y con fondos desdibujados, de su mujer y compañera Clotilde y otros entre los que podía casi distinguir con quiénes había trabado cierta amistad y cuáles eran sencillamente encargos.
Mrs William H. Gatwick - Miss Mary Lillian Duke - Clotilde sentada en un sofá
De todo me llevo tres cosas que podría considerar "favoritas", una sería toda la serie de estudios alrededor del cuadro "Cristobal Colón saliendo del Puerto de Palos" (1910) y de los que no hay prácticamente imágenes en internet, cómo habla del autor y su decisión por dar con la iluminación adecuada en el momento del día, la postura, la representación de la carabela y que al final parecía tener más valor o atractivo todo el proceso que el resultado final. De esto mismo hablan los "Dibujos sobre menús" o los cartones de las vistas desde su hotel en Nueva York, un pintor que se comunica pintando, que pintar es su obsesión y que parece que sólo llega a entender la realidad si es digerida a través de sus manos y plasmada allá donde pueda.
De esto mismo se quejaba en el libro "Ventajas de Manhattan" Antonio Muñoz Molina, lo mucho que él envidiaba la capacidad de que con un trazo se pueda captar un momento en comparación con tantas palabras que hacen falta para describirlo, y que así, tantos fragmentos de la vida pasan sin poder ser representados en ningún sitio.
Y otros dos cuadros que me gustaron mucho fueron "tres hermanas en la playa" por la emotiva candidez de ese momento, algo tan trivial y tan habitual como el paseo de tres niñas pequeñas, agarraditas casi temerosas por el agua y las olas, y tan mágico al haber quedado así representado para siempre. Y el otro es la imagen de la sombra del puente de Alcántara sobre el río en Toledo.
Escena de café (1911) - Sombra del puente de Alcántara (1906)
En otras situaciones no lo diría, pero en esta, la diferencia entre las reproducciones del catálogo o de cualquier imagen y las reales no tienen nada que ver. Hay un mundo de luces y brillos, la importancia que veo en el tamaño de los lienzos, de los colores. Es una exposición que llevarse en el recuerdo, no para echar o comprar la foto y pretender que algo que habremos aprendido.
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