Una verdadera distopía presenta una sociedad utópica con un elemento fatal, esa sociedad no es sólo un telón de fondo, actúa de plataforma impulsora de los personajes y la trama. Toda sociedad tiene una huella, una organización urbana que bajo la permanente vigilancia toda la vida se desarrolle según los cauces pensados y desarrollados por unos "ancianos" o sabios siempre superiores, siempre inalcanzables y muchas veces inexsistentes.
En ese ejercicio de idear ciudades controlables y controladas, se nos presenta en esta película una comunidad limitada a la plana cumbre de una montaña, con un urbanismo casi de colonia marciana, práctico y de formas o contornos incluso microorgánicos y unas unidades habitacionales (que no hogares) muy deseables en su diseño por cualquiera, eso sí, todas iguales, no fueran a surgir envidias.
En realidad ya existen muchos ejercicios de geometrizar paisajes, con viviendas gemelas y pequeños centros sociales donde se aglutinan los servicios básicos sanitarios, de educación y el imprescindible centro comercial. Tampoco estamos muy lejos de vivir en un futuro tan poco ideal.
Sterling Ridge II. Florida 2009. Christoph Gielen
Lo que me resultaba singular era, que al contrario de muchas otras películas similares, aquí el diseño de las viviendas es "deliberadamente futurista", así como el de los otros edificios más institucionales de su sociedad, y no un destartalado futuro de ruinas y parajes desolados, o de edificios de vivienda masivos donde almacenar personas con un número de serie como único identificativo.
Y, por supuesto, el tener que obligatoriamente relacionar con futuro, unos edificios o unas viviendas singulares aunque cada vez más habituales a día de hoy. ¿O es que por norma general la gente preferiría vivir en la imagen de casa de la memoria con su cubierta a dos aguas en lugar de en cajitas abstractas con grandes huecos y seguramente mucho más eficientes y sostenibles?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario